El Club Mist
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí, y quiero pedir perdón a mis pocos fans, que quizás se metieron a la página en este tiempo, y se han ido decepcionados. Lo lamento, y prometo ponerme más al día, porque ahora tengo tanto tiempo libre que misteriosamente, nunca tengo tiempo para postear. Pero me haré el tiempo, lo juro.
Bueno, como casi todos sabrán, ya egresé de la universidad, y después de una entretenida gira de estudios, y de una tediosa práctica profesional (en que hice 12 horas diarias de lunes a viernes para tener un poco de verano), quedé libre como el viento. Eso entre comillas, ya que sigo haciendo un turno voluntario en la clínica los miércoles en la tarde, y tengo un trabajo que me permite pagar mi lujosa vida.
De eso voy a hablar ahora, de mi pega. Todos los jueves y viernes (y algunos sábados) desde marzo he estado trabajando como barwoman en el nunca bien ponderado Club Mist. Esa es la razón por la cual he estado tan desaparecida y con tan poca vida social. Ya había trabajado ahí antes, haciendo unos reemplazos, pero ahora soy del staff fijo, y qué quieren que les diga, me encanta. Es una lata eso sí tener que llegar a las 21:30 a contar copetes e irse a la hora en que se vaya el último pelagato ebrio, pero es divertido trabajar ahí. No gano una millonada, pero me permite ir a comerme un crudo de repente a la fuente suiza, o comprarme algo de ropa en Patronato. Ya no me compro chicles Bigtime, ahora compro chicle Orbit. Ya no compro Belmont Light, ahora fumo Viceroy Light. Esas cositas me hacen muy feliz.
Desde que trabajo en el Mist, ha habido varios cambios. No se si alguno de ustedes había ido antes de marzo de este año, pero ahora es otra cosa mariposa. Hay una infinidad de vasos (para los que nunca han trabajado en un bar, les digo que era imposible atender gente con tan pocos vasos que si llegaban a pedirte algo, tenías que decir “traeme un vaso y te lo hago”), hay una gran variedad de copetes, desde piscola hasta fernet, pasando por Absoluts de miles de colores y sabores, hay un plasma (oh sí, un plasma) donde pasamos dvd’s de Kiss, The Who, Capitán Futuro, y si nos da lata, dejamos puesto el VH1 y sus realities estúpidos , y por último, ahora ponemos maní en la barra. No es del maní entero como el Liguria (que lo encuentro más higienico, pero en fin), pero es saladito, o con merquen, o a la fina hierba. Tostaduría Talca rocks.
Ahora bien, hay fechas y fechas. Como sabrán, Club Mist queda en el Barrio Suecia. La creme de la creme del criminal regetonero. Con estos antecedentes, supondrán que es raro que un grupo de gente vaya pasando por fuera y diga “oh, toca un grupo interesante, entremos”, porque la mayoría de los que pasan por fuera están buscando un local con música muy fuerte, bailable, y ojalá con una banda que toque covers de Maná para engrupirse a una minoca, susurrándole al oído “Sigue lloviendo al corazón…”. Por todo esto, todavía depende exclusivamente de quién toca la concurrencia. La mayoría de las veces van unas 50 o 60 personas, quizás más. Ha habido tocatas brígidas, como la de Yajaira el año pasado. Por la plata que entró en la puerta, se supone que entraron como 250 personas, pero nadie se explica como entró toda esa gente, si el lugar es chiquitito. En las tocatas de The Ganjas o de Guiso generalmente queda la escoba. Se llena, no se puede respirar adentro y necesitamos como a 5 personas en la barra para cubrir la demanda de alcohol. En esas fechas uno no se da cuenta y ya se pasó la noche, claro que no puedes ni ir al baño. Hay otras fechas que son un bodrio, afortunadamente ha habido sólo 2 desde que empecé en marzo, y considerando que se abre 4 dias a la semana, ha sido muy poco. Esas veces son lo peor, la noche se hace eterna, completo hojas enteras de sudokus de La Segunda, y además suele pasar que la banda es pésima (y por eso no va nadie).
Han tocado grupos famosos y otros ni tanto. Me ha tocado gente cagada para comprar y otros que se gastan todo el sueldo. Javiera Parra se quejó por lo caro del vaso de bebida (y cuesta luca, lo que no es caro si estás en un bar), y otra gente se toma treinta lucas en Absolut Pears. Algunos de puro monos, piden fernet y no saben ni de qué es. Después llegan curados quejándose de que se los hice muy fuerte, cuando no tienen idea de que esa cosa tiene 45 grados. Y más encima es más malo que el hambre.
En los primeros días de trabajo me amargaba pensando en que mis amigos estaban carreteando y yo trabajando, pero ahora me lo tomo con humor. Si en verdad trabajar ahí es como un carrete. Todos son amigos, mi pololo trabaja ahí también ( claro que de sonidista), casi siempre va la misma gente, y tengo la barra a mi disposición, claro que casi nunca tomo más de un copete durante la noche, excepto que esté demasiado fome. He probado todas las Kunstmann que existen y otras cervezas raras, aunque Stella Artois siempre será mi favorita. Descubrí que el Absolut Raspberry es más olor que sabor y que el de vainilla es como tomar colonia Victoria’s Secret. He aprendido muchas cosas, lo único que me falta es aprender a hacer coctails con coctelera, y ahí tendrían que darme el diploma de barwoman por mérito.
Ya saben, vayan a verme algún día, y feliz los atenderé con mi mejor sonrisa.